jueves, 14 de enero de 2010

Eduardo Anievas, "Un cántabro en Nueva York", ahora en Sofía.


Tatto Cabrero | SantanderArte.tk

Ajenos a los mundos de las becas, subvenciones y ayudas oficiales, se mueven por el mundo un montón de artistas de nuestra tierra. Son aquellos que no reciben premios, no aparecen el los periódicos ni agendas oficiales, pero que sin embargo, continúan con su obra y la exponen a lo largo de todo el mundo; tiempos de globalización. Uno de esos artistas internacionales, que tan bien nos representan, es Eduardo Anievas. Parte de la tradición familiar que iniciara su padre y seguirá su hermano Javier Anievas, el escultor.
Afincado en Nueva York, capital del mundo, se encuentra inmerso en una nueva aventura europea, esta vez en Sofía; Bulgaria, en el “Forum National Art Center”. La muestra, que está teniendo un éxito considerable, ha sido organizada por Barouh and Partners, que en diciembre de 2008 organizaron una expo de Picasso en la “National Gallery for Foreign Art” y que fue uno de los acontecimientos culturales mas importantes de Bulgaria. Gracias a la colaboración del embajador español en ese país, el señor Jorge Fuentes, estas 24 obras se exponen desde el pasado día 11 y hasta el 24 en la capital Búlgara.

Eduardo Anievas Cortines, nació en 1973 en Santander. Graduado por la Universidad de Bellas Artes de Salamanca en 1996. Después de recorrer diferentes lugares del mundo con sus pinceles y obras __Alemania, Portugal, China y el Tíbet__ desde 1999, se establece en Brooklyn, NY.

Las obras de Eduardo se han mostrado en muchas galerías europeas y americanas, Madrid, Santander, Passau, Lisboa, Boston, Nueva York. Sus pinturas están en colecciones permanentes de la Caja Cantabria, el Centro Cultural Dr. Madrazo, La Vidriera, el UNICEF y decenas de particulares.
Un artista con el interés de toda una generación de imágenes urbanas, cuerpos desnudos femeninos y melancolía. Traza a la perfección el cuerpo humano sumergido en la geométrica complejidad de la trama urbana. Atrapa sus composiciones con colores cálidos o fríos, pero siempre a través de la técnica de mezclar colores primarios, lo que confiere a su obra un dramatismo muy llamativo, al estilo de los carteles publicitarios. Sumerge a los personajes en una melancólica suspensión en movimiento dentro del animado paisaje urbano, pero desolador en cuanto a deshumanización y personalidad ausente.

Un ciudadano español enamorado de la ciudad de Nueva York, devoto de Bob Dylan y paseador de perros profesional.

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